2 APRENDIENDO DEL FRACASO, LA FRUSTRACIÓN Y EL EGO
- cero
- 1 may 2023
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Hoy me presenté para el programa concurso “yo me llamo” en Bogotá. Llevaba cerca de un mes preparando mi personaje de Elkin Ramirez, estudiándolo, aprendiendo de su personalidad y puesta en escena. Me gustaba Kraken (la banda que él creó) pero la persona que fue este señor me descrestó, así que me tomé la cosa en serio y me puse a ensayar sus temas. Elegí 6 canciones pensando llegar únicamente hasta las semifinales, ya que mi meta no era ganar sino simplemente conseguir visibilidad como cantante y promover mi carrera.
Salí a las 7:20 AM para cumplir la citación de las 8 de la mañana; me habían preseleccionado los productores de Caracol viéndome cantar en un bar, así que no tendría que pasar los 4 filtros sino tan sólo 2 para llegar a la televisión nacional. Estaba imponente, con un look espectacular, me sentía como un verdadero rockstar y la gente me miraba confirmando esa sensación, qué momento previo tan espectacular, para no olvidar.
Me pusieron en un grupo de 12 artistas y nos sentaron a las afueras de un salón en el centro de convenciones de Cafam la Floresta esperando el turno para entrar a cantar. Todos estaban nerviosos pero yo me sentía feliz, estaba tranquilo, respirando y cuidando mi postura corporal para no entrar en ansiedad.
Me tocó cantar de sexto y para ese entonces ya sabía que cantaríamos con pista pero a capella, sin micrófono. En el salón sólo había un (1) juez y una señora de logística que nos llamaba y vigilaba la puerta. ¿qué hace Elkin? Me preguntó el juez, -regresar de entre los muertos- le respondí; y así con una sonrisa empezó a sonar la pista de “vestido de cristal”. La ansiedad empezó a jugármela cuando pasó más de un minuto de introducción instrumental y no sabía como moverme ante un juez que ni me miraba.
La primera estrofa la canté más grave que la versión original para matizar y darle un contraste especial a las partes agudas que seguían. El juez me miró extrañado, sorprendido. Cuando llegué al Precoro, subí al tono agudo original y al tipo le cambió la cara, ahora si empezó a mover la cabeza y a mirarme con aprobación. Canté con toda mi potencia y el eco del salón me daba un retorno bellísimo que me hizo empoderar y recuperar la confianza.
El juez casi no me miraba, revisaba su celular, tomaba notas en el computador, pero no sentí que hubiera ningún problema, daba la impresión de que no miraba a los cantantes para no intimidarlos. Canté hasta el segundo coro, justo antes de empezar el solo de guitarra y ahí paró la pista.
¿Si hubiera otra canción que mostrara algo más de tu voz cuál sería? – Lenguaje de mi piel, la pista no. 2- le señalé. Miré a la señora de la puerta y le dije ¿qué tal? – genial, increíble! Me respondió con una gran sonrisa y los pulgares arriba. Empezó la música y canté con el corazón. Todo acabó después del primer coro con gestos de aprobación por parte del juez, quien me confirmó mi número como participante, mi nombre y mi cédula.
Al salir me recibieron mis compañeros de audición y se me abalanzaron a felicitarme porque lo habían escuchado con claridad y según ellos les fascinó. Ahí sentí que gané, ya no había dudas.
Cuando todos finalmente presentaron su audición nos hicieron entrar al salón para escoger los finalistas. Sabiamente el juez nos dijo “puede que hoy yo sea un peldaño en sus carreras o un obstáculo en su camino, todos lo hicieron bien y los que no sean seleccionados tranquilos, esta decisión no quiere decir que no sean buenos porque todos lo son, pero no todos pueden pasar a la ronda final. Asi que sigan adelante con sus carreras y gracias por participar; los que llame pasan al frente y los demás se pueden ir.”
El primer elegido fue Vicente Fernández, seguido por Alejandro Fernández, luego llamaron a Myriam Hernández, de cuarto a Héctor Lavoe y por último… a la Banda El Limón (música regional Mexicana). Sentí un vacío intenso en el estómago mientras dos compañeros me miraban atónitos porque no me habían elegido. Fui donde los finalistas que no paraban de festejar, los felicité y abracé a cada uno para después salir con la frente en alto.
Mientras salíamos del centro de convenciones veíamos a los cientos de participantes que aún esperaban su turno para empezar la primera de cuatro rondas. Nos miraban y preguntaban como nos fue, a lo cual respondíamos con una sonrisa contenida y una negación con la cabeza. Fue un momento difícil, Maluma y Daniela Romo estaban muy afectados; José Alfredo Jiménez se fue para el baño y terminamos el recorrido con Romeo Santos y Pipe Bueno hasta la carrera 68 justo al frente del centro comercial. Estos últimos me felicitaron de nuevo y no se explicaban como no me habían elegido con semejante audición.
Me despedí y caminé hasta el Transmilenio procesando lo ocurrido y aquí fue donde tomé conciencia que algo me estaba doliendo. Sentí un bajonazo de energía y el ánimo se me fue cerca del piso. No entendía que ocurrió, qué hice mal, en qué me equivoqué. Estuve rumiando todo tipo de teorías y el malestar se agudizó, ya no era solo dolor, ahora era sufrimiento.
No sabía (ni sé) si esto se trata de un fracaso o de una frustración; el fracaso es una forma de dolor en la que chocas con la realidad y no consigues lo que te propones por culpa tuya, por tus errores, negligencia, impericia o imprudencia, en otras palabras, tu eres el único responsable de no obtener o conseguir lo que te propones. La frustración es muy parecida pero tiene una causa diferente, pues no obtienes lo que quieres pero por la intervención de un tercero que puede ser otra persona, un fenómeno natural o la mala suerte.
En medio de este caos analítico pude percibir que mi ego me llenaba de argumentos y razones para consolidar mi posición de víctima afirmando que no era mi culpa sino del juez; progresivamente se desvanecían las hipótesis que reforzaban la tesis de un fracaso por mis propios errores. En un esfuerzo mental por ser objetivo y no dejar que el sufrimiento se incrementara, enumeré todos los argumentos que explicaban la situación como frustración y también como fracaso. Esta es la hora en que no sé si es lo uno o es lo otro, tendría que tener retroalimentación del juez, pero no la tendré, no sé quien es ni a él le interesa darme una explicación.
Lo que si pude concluir, es que, sin ninguna duda, a pesar de mi percepción subjetiva, mi presentación no fue lo suficientemente impactante para convencer a este juez en particular como si lo fue la de los demás compañeros. Esa es la realidad, ¿duele? Si, pero duele menos que el sufrimiento que me genera lloriquear, quejarme, lamentarme y en general victimizarme por la decisión de otro. Cuando mi ego se victimiza y le echa la culpa a otros, se aleja de la realidad y genera sufrimiento.
Alterar el dolor con el pensamiento genera resentimiento, una mezcla de ideas, ira y tristeza; este coctel se convierte en un bucle casi infinito de rumiación que genera mucho malestar, un estado emocional llamado rencor, para finalmente consolidarse en el sentimiento del odio.
He decidido no resentirme, llenarme de rencor u odiar al juez que no me eligió. He decidido aprender de esta experiencia y extraer la mayor cantidad de lecciones posibles, las cuales estoy compartiendo con ustedes. Tengo una gran incertidumbre respecto a mi carrera como músico, porque no sé cuál sea el camino para que mis canciones lleguen a la gente y pueda algún día vivir dignamente de este oficio; sin embargo hoy he podido observar con claridad como el ego interviene para distorsionar las realidades dolorosas de esta vida; he recordado que el ego cumple la función de proteger a la mente de la realidad para que no pierda la motivación por vivir, he visto a mi ego en acción, casi en tercera persona, casi como si fuera alguien diferente, y eso, créanme que es un avance muy, muy importante.
Gracias por Leerme y llegar hasta aquí. Les dejo la versión que canté hoy. Si les gusta, suscríbanse, denle like y compartan, así es como esto funciona hoy en la industria de la música. Un gran abrazo!
lindas reflexiones y hermosa canción, gracias por compartirlas, siempre